martes, 13 de diciembre de 2016

Martes 13.
Llegaste en mi invierno, cuando la nieve no hacia más que enfriar la sonrisa gris.
Me descubriste, te adentrarse en mi primavera, conociste mi abril, mis tormentas y aún así hacías volar pájaros para que sonriera.
Descubriste el temblor de mi cuerpo con cada caricia y hasta hoy no he escrito sobre ello.
No había escrito sobre el reflejo de mis ojos en los tuyos ni como, juntos, hemos aprendido a ser más nuestros. A querernos a quemarropa hasta desgastarnos la piel. A borrar las dudas y dejar de lado el miedo; a saber que volar juntos es mejor si es en un cielo claro, despejando las nubes tóxicas.
Que juntos hemos aprendido a luchar, codo con codo, a ser compañeros; invencibles.no sé lo que estaremos haciendo dentro de un año ni de diez, ni quiero saberlo porque no hay mejor manera de seguir adelante que improvisando contigo; que no puedo asegurarte ni media noche, pero sabes que te daría vida y media.
Hemos aprendido a lamernos nuestras propias heridas, a querernos por encima de nuestras posibilidades y a no prometernos el cielo, porque nunca nos prometimos algo que no fuéramos a cumplir. 
Después de todo este tiempo, tampoco había hablado de la suerte. La suerte de haber aprendido a soñarte, a recorrer cada rincón de ti y creerme un poco tuya, sin dejar de ser mía. De aprender a ganar aún estando en el bando vencido, de creer que seguirías aquí abrazado a mi espalda cuando el invierno llegase. 
Hoy, quiero hablarte de esa suerte, de las manías que no quiero que se vayan, del olor de tu colonia, y de ti. Darte las gracias por ayudarme a reconstruirme, por aprender a deconstruirnos; por quedarte cosiéndome las heridas y besándome las cicatrices.me he acostumbrado a tenerte y no quiero que esa suerte desaparezca. Me he acostumbrado a tu risa, a los lunares de tu espalda y a dibujar en ella; a no querer salir corriendo si no es contigo, a besarte hasta olvidarnos de los días de la semana. 
Y que a mi, nunca, un martes 13 me había traído tan buena suerte.

miércoles, 7 de diciembre de 2016

No he vuelto a soñar.
Ya no sueño, he dejado de hacerlo. He dejado de soñar contigo.
No te conozco, ni tu a mi tampoco y estoy segura de que tu muerte es innecesaria, pero he dejado de soñarte.
Gemían las olas que se atrevían a dudar de mi palabra al decir que ya no te sueño. Que ya ni siquiera recuerdo tu voz. Tiene gracia, amor, ver como en tan poco tiempo he conseguido olvidarme de tu intangible rostro. 
Las flores que antes nos susurraban se han callado para siempre y ahora nada logra aplacar este dolor. Ni siquiera la primavera ha querido quedarse conmigo, se ha marchado, haciendo que todo se vuelva frío y gris. 
Hemos dejado de buscarnos, ya no nos soñamos y ahora ese frío nos cala hasta los huesos.
En silencio, buscabas la manera de sostener el cielo con tus manos y recorrían tus ojos cualquier esbozo de luz que conseguía atravesar el cristal de mis ventanas.
Flanqueabas todos mis muros, en pasado, ahora ya no te sueño.
Nos hemos consumido hasta desgastarnos, y ya ni mi tristeza es mía; ni yo siquiera. 
Tú, incorpóreo, escapabas de mi pecho haciéndome dudar hasta de mi propia existencia. Descansabas sobre mi alma, desnuda de toda duda, y te tumbabas a oír unos latidos de un corazón en el que hace tiempo que la sangre está en mal estado. En ese momento Fuimos, fuimos solo por un instante; una fracción de segundo en la que temíamos la despedida, en la que nos dimos cuenta que era un error seguir fingiendo algo inexistente; bonito, pero inexistente. No te preocupes, no nos juzgo, el olvido se encargará de perderte. Y lo juro, esta será la última vez. 
No volveré a coserte los sueños a mi costado.

domingo, 27 de noviembre de 2016

Frente a frente.
He soñado con una mirada que no he sabido reconocer.
Me he visto reflejada en unos ojos que me atravesaban el alma.
Sé que había visto ese destello antes, lo juro, pero no logro saber en quién.
En mi sueño, su mirada susurraba que alguien no se marchara. Su mirada me abrazaba sin saber por qué.
Cómo puedo haber soñado con unos ojos que no recuerdo. O que no quiero recordar.
No parpadeaba, ni lloraba, simplemente estaba ahí, viendo mi sueño desde dentro. Sintiéndose parte de él.
Su mirada parecía escribir en braille, parecía cantar a Bon Jovi, parecía que se iba a esfumar pero no, no hacía nada.
He buscado en mi memoria de quién eran esos ojos, porqué he soñado con ellos. Y no encuentro respuesta.
Me miraban. Sólo me miraban, con el mismo miedo que un reo mira al verdugo.
Me miraban con ternura. Impasibles. Sus ojos me miraban y han dejado de hacerlo. Nos hemos despertado y nos hemos dado cuenta que ya no podemos mirarnos a los ojos, que agachamos la mirada, que nos avergonzamos. Sin saber porqué.
Hace mucho tiempo que sólo miramos a los ojos a un par de personas. Que no nos miramos, porque sólo sabéis mirar juzgando. Que hemos pasado a mirarnos a medias, de refilón, esquivando el contacto directo.
Que tememos a unos ojos que nos apaguen la luz, que consigan fundirnos los plomos.
Nos paralizamos si llegan unos ojos que nos miran y nos descolocan por dentro. Que queremos evitar el daño.
Que nos da miedo mirarnos y que nos sangren las heridas a partes iguales.
Que nos acojonamos cuando alguien nos mira a los ojos y queremos salir corriendo.
Que hemos perdido la costumbre de mirarnos, frente a frente.
Y que yo, ya sólo espero que vuelvan tus ojos, aunque sea en sueños.

domingo, 13 de noviembre de 2016

Sin título aparente. 
"Todas las veces que he deseado tu muerte eran ciertas".
Me dijiste eso y te marchaste. Habías quemado su tumba, habías inundado las flores del jarrón y asediado a los habitantes de la pecera.
Nunca quisiste cortar las alas a alguien que aún no había empezado a volar; pero te marchaste.
Abandonaste el bonsái de la estantería y te alejaste como de un Miró.
Te lo llevaste todo, hasta convertirte en 
porcelana, para romperte después. 
Has arrancado todas las flores de las macetas para plantar gusanos, que algún día se convertirán mariposas.
Decidiste anidar entre mis costillas, para desgarrarlas y marcharte, y no dejar en ellas ningún crisantemo que te recuerde.
Te lo llevaste todo, corazón; dejaste el reloj sin arena, mataste a cuchilladas a las mariposas negras de tu estómago y te lo llevaste todo.
Dejaste las lápidas sin flores, secuestraste las abejas que venían a verme cuando tú no estabas y lloraste cuando me enamoré de los cuervos.
Me viste lanzarme desde el faro y me dejaste caer, enfermaste junto con las serpientes que salían de tu pecho y no tuviste reparo en dejar que junto al polvo se hicieran telarañas mis ojos arrancados.
Te lo has llevado todo amor, hasta eso, hasta dejarme vacías las cuencas de los ojos.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Ojalá.
Ojalá nuestros ojalás no vuelvan a encontrarse.
Ojalá no volver a recordarte y haber bebido más cerveza a tu lado. Ojalá salir a la fuga de una boda en la que tú te quedases en el altar.
Ojalá te marchases para siempre; y volvieses, porque los para siempre nunca se cumplen.
Deseo que mintieras cuando ponías tu mano en mi cintura.
Que te olvides del daño que me hiciste, y del año, y borrases aquel abrazo.
Que no me centro desde que tu sonrisa se cruzó en mi camino y quiero salirme de las vías. 
Que la cerveza de La Sureña era cien veces mejor si estaba a tu lado.
Que el templo de Debod no es ni la mitad de bonito que tú cuando estás recién levantada. 
Que mataría por comer las uvas, que no me gustan, un 31 de diciembre jodidos de frío en la calle.
Que ojalá vuelvas y te marches, y vuelvas otra vez. Que superes todas mis fronteras y busques más allá y sepas que estaré aquí cuando vuelvas.
Que ojalá nos perdiéramos en Lavapiés y acabásemos bailando en cualquier bar. 
Que no dejo de pensar en unas canciones que tenemos pendientes, y que ahora volver a cantar me da miedo.
Que ojalá llorasemos todas las canciones que hay sobre Madrid.
Y ojalá romper contigo todas las estadísticas, darme de bruces contra mil muros, darme cuenta de lo humano que soy a veces y dejarnos llevar por los instintos. 
Que no me arrepiento de haber mirado cada uno de tus pendientes, de querer arañar París contigo. 
Que ojalá fuéramos la niebla de las torres Kio.
Que nunca fue buena idea pintar la Puerta del Sol en tus ojos, sabiendo que me iba a enamorar, pero que coño, estabas preciosa con Madrid en tus pestañas.

lunes, 11 de abril de 2016

Los gusanos que fueron mariposas.
Acelera, sístole no viene.
Patada en el tórax, respira profundo. Sangra por la boca, las cicatrices han estallado en su interior.
Acelera, diástole nunca vino.
Venció a la puñalada. Ya no sangra, no le queda sangre.
Frena.
Has mudado la piel y escuece. Te arañas.
Despierta.
Has salido del plástico, has estallado la burbuja. 
Eres la libélula que sobrevuela precipicios.
Eres el insecto que hace el amor mientras vuela.
El insecto más rápido, escurridizo, el que nunca se dejará coger.
Dejaste todos tus poemas en un vertedero.
Te tiraste en plancha contra los escombros, y no te hiciste ni un roce. Me sobrevolaste, me sobreviviste.
Has lanzado piedras a mi espalda, quemaste lo que quedó de mi, lloraste mi pérdida.
Decidiste arrancar mi vena aorta, clavaste el cuchillo en la femoral. Me rompiste los nudillos, estuviste a punto de vaciarme por dentro.
Los gusanos ahora siguen vagando por dentro de mi. No me tengas miedo, amor, quizá algún día se conviertan en mariposas y escapen volando de mi boca.

domingo, 17 de enero de 2016

Hace un año...
Tus manos, tus brazos, después de un año siguen volviendo a salvarme.
Tu pecho sobre el que descanso no quiere que me vaya.
Tus ojos me miran con más claridad que nunca, como un niño con un juguete nuevo.
Tus labios, han vuelto a susurrarme que jamás me aleje.
Tu olor, sigue impregnado en mi piel.
Tus dedos, juegan en mi espalda.
Yo, vivo enamorada de tu forma de reír, de como me cuentas chistes para que no esté triste, de tus manos, de tus labios en los que me pierdo, de tus abrazos que me protegen, de comer juntos y ver películas.
Yo, vivo enamorada de ti.
Como si de un barco se tratase, me pides que me quede a tu vera a pasar las tormentas, a navegar junto a ti.
Vengo a decirte que he encontrado puerto en tus sábanas, que el mejor faro es una foto nuestra y que aún sin saber nadar, me lanzaría al agua para salvar tu vida.