martes, 30 de diciembre de 2014

¿Quizás? Dispárame.
Si dijera la verdad cada vez que digo que echo de menos.
Si mintiera cada vez que miro a los ojos.
Sería como atreverme a decir que el arder de una hoguera, que el fuego que hay en ella, se apagaría con una sonrisa.
¿Sería entonces una ingenua?
Quizás. Quizás. Quizás. Quizás.
Quizás me haya equivocado desde el principio.
Quizás haya evocado al fracaso lo que creía que quería creer correcto.
Quizás quisiera querer.
Quizás quisiera perder.
Quizás para evadirme. Y quizás, queriéndome evadir, invadiera con frialdad un terreno escarpado en el que nadie antes se había atrevido a entrar.
Quizás. Quizás. Quizás. Quizás.
Quizás sí.
Quizás quería que un tiro certero lograra apagarla.
Quizás prefirió marcharse, marchitarse, consumirse.
Quizás prefirió perderse, romperse, destruirse, evitarse.
¿Quizás? Seguro.
Seguro. Seguro. Seguro. Seguro.
Y quita el seguro; que ya no hay dudas. Dispárame.
Usa la bala que te queda en la recámara. Dispara.
Dispara. Dispara. Dispara.
Dispárame. Dispárame. Dispárame.
De una vez por todas.

lunes, 29 de diciembre de 2014

SD.
Seamos eternos para demostrar que el tiempo no existe. Aunque igual fueron sus pestañas. Igual fue su voz que choco con la aguja del reloj y la detuvo (porque nunca conoció nada tan fuerte.) Me caló hondo, me empapo las entrañas, me inundo el pensamiento y no puedo drenarlo con lágrimas. Me ahogué en sus pestañas. En la voz de sus pestañas, como el crujir de corteza de encina chocando contra roble viejo. Aunque igual me lo había buscado. Igual debí evitar que me pasara lo mas hermoso que jamás me ha pasado. Sus dedos de hiedra rozaron los míos y los volvieron tierra. Me hice o me hizo polvo, volé, entré en sus ojos y los deje ciegos. Así  no podría ver el paso del tiempo.

Sofía D.

Si me vas a dejar que sea solo. No me dejes el sol de tus cabellos, la delicada nota de tu acento, el perenne rubor de tus mejillas. Llévate mi sentido y sentimiento. Déjame sin tu olor, sin tus palabras, sin tu mirada tierna y dura al tiempo. Llévate la canción de tu caricia, tu silueta parta con el viento. Que tus piernas delgadas y espinosas soporten firmes todo tu talento, que tu rosa callada sea nada sino la cruel razón de mi tormento. Si me vas a dejar, que sea solo. Te lo suplico aquí postrado. Te lo ruego. Que la fría ventisca hiele mi memoria. Que hogueras altas quemen tu recuerdo.
Sofía D.

sábado, 6 de diciembre de 2014

La rabia de una mirada.
Nunca había unos ojos tan bonitos. Llenos de ira y de rabia. Llenos de versos de Extremoduro. De poesía colérica. De besos lascivos, robados.
Nunca había unos ojos como los suyos.
Esos ojos vidriosos, esa mirada rota.
Buscada en el fondo de la botella unos ojos así.
Una mirada susurrante.
Una mirada insolente, atrevida, desgarrada.
Una mirada desquiciada.
Buscaba, buscaba, buscaba... Pero nunca encontraba unos así.
Se cruzó con cientos, con miles de personas, pero ninguna mirada era como aquella.
Ese fuego en sus ojos.
Ninguna mirada tenía ese brillo. Esa luz. Esa maldita luz.
Esa mirada arrogante, tenue, viva.
Esa mirada nunca la volvería a ver.
Ya tuvo el placer de contemplar esos ojos una vez; un "Buenas noches" y se acabó.
Pero siguió su camino sin detenerse ni girarse, sin una ultima mirada.
Alguien dijo una vez que nunca se detuviera ni mirara atrás.
Y eso hizo, se marchó, con "la mirada cargada como el fusil de Guevara".