domingo, 27 de noviembre de 2016

Frente a frente.
He soñado con una mirada que no he sabido reconocer.
Me he visto reflejada en unos ojos que me atravesaban el alma.
Sé que había visto ese destello antes, lo juro, pero no logro saber en quién.
En mi sueño, su mirada susurraba que alguien no se marchara. Su mirada me abrazaba sin saber por qué.
Cómo puedo haber soñado con unos ojos que no recuerdo. O que no quiero recordar.
No parpadeaba, ni lloraba, simplemente estaba ahí, viendo mi sueño desde dentro. Sintiéndose parte de él.
Su mirada parecía escribir en braille, parecía cantar a Bon Jovi, parecía que se iba a esfumar pero no, no hacía nada.
He buscado en mi memoria de quién eran esos ojos, porqué he soñado con ellos. Y no encuentro respuesta.
Me miraban. Sólo me miraban, con el mismo miedo que un reo mira al verdugo.
Me miraban con ternura. Impasibles. Sus ojos me miraban y han dejado de hacerlo. Nos hemos despertado y nos hemos dado cuenta que ya no podemos mirarnos a los ojos, que agachamos la mirada, que nos avergonzamos. Sin saber porqué.
Hace mucho tiempo que sólo miramos a los ojos a un par de personas. Que no nos miramos, porque sólo sabéis mirar juzgando. Que hemos pasado a mirarnos a medias, de refilón, esquivando el contacto directo.
Que tememos a unos ojos que nos apaguen la luz, que consigan fundirnos los plomos.
Nos paralizamos si llegan unos ojos que nos miran y nos descolocan por dentro. Que queremos evitar el daño.
Que nos da miedo mirarnos y que nos sangren las heridas a partes iguales.
Que nos acojonamos cuando alguien nos mira a los ojos y queremos salir corriendo.
Que hemos perdido la costumbre de mirarnos, frente a frente.
Y que yo, ya sólo espero que vuelvan tus ojos, aunque sea en sueños.

domingo, 13 de noviembre de 2016

Sin título aparente. 
"Todas las veces que he deseado tu muerte eran ciertas".
Me dijiste eso y te marchaste. Habías quemado su tumba, habías inundado las flores del jarrón y asediado a los habitantes de la pecera.
Nunca quisiste cortar las alas a alguien que aún no había empezado a volar; pero te marchaste.
Abandonaste el bonsái de la estantería y te alejaste como de un Miró.
Te lo llevaste todo, hasta convertirte en 
porcelana, para romperte después. 
Has arrancado todas las flores de las macetas para plantar gusanos, que algún día se convertirán mariposas.
Decidiste anidar entre mis costillas, para desgarrarlas y marcharte, y no dejar en ellas ningún crisantemo que te recuerde.
Te lo llevaste todo, corazón; dejaste el reloj sin arena, mataste a cuchilladas a las mariposas negras de tu estómago y te lo llevaste todo.
Dejaste las lápidas sin flores, secuestraste las abejas que venían a verme cuando tú no estabas y lloraste cuando me enamoré de los cuervos.
Me viste lanzarme desde el faro y me dejaste caer, enfermaste junto con las serpientes que salían de tu pecho y no tuviste reparo en dejar que junto al polvo se hicieran telarañas mis ojos arrancados.
Te lo has llevado todo amor, hasta eso, hasta dejarme vacías las cuencas de los ojos.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Ojalá.
Ojalá nuestros ojalás no vuelvan a encontrarse.
Ojalá no volver a recordarte y haber bebido más cerveza a tu lado. Ojalá salir a la fuga de una boda en la que tú te quedases en el altar.
Ojalá te marchases para siempre; y volvieses, porque los para siempre nunca se cumplen.
Deseo que mintieras cuando ponías tu mano en mi cintura.
Que te olvides del daño que me hiciste, y del año, y borrases aquel abrazo.
Que no me centro desde que tu sonrisa se cruzó en mi camino y quiero salirme de las vías. 
Que la cerveza de La Sureña era cien veces mejor si estaba a tu lado.
Que el templo de Debod no es ni la mitad de bonito que tú cuando estás recién levantada. 
Que mataría por comer las uvas, que no me gustan, un 31 de diciembre jodidos de frío en la calle.
Que ojalá vuelvas y te marches, y vuelvas otra vez. Que superes todas mis fronteras y busques más allá y sepas que estaré aquí cuando vuelvas.
Que ojalá nos perdiéramos en Lavapiés y acabásemos bailando en cualquier bar. 
Que no dejo de pensar en unas canciones que tenemos pendientes, y que ahora volver a cantar me da miedo.
Que ojalá llorasemos todas las canciones que hay sobre Madrid.
Y ojalá romper contigo todas las estadísticas, darme de bruces contra mil muros, darme cuenta de lo humano que soy a veces y dejarnos llevar por los instintos. 
Que no me arrepiento de haber mirado cada uno de tus pendientes, de querer arañar París contigo. 
Que ojalá fuéramos la niebla de las torres Kio.
Que nunca fue buena idea pintar la Puerta del Sol en tus ojos, sabiendo que me iba a enamorar, pero que coño, estabas preciosa con Madrid en tus pestañas.