miércoles, 15 de marzo de 2017

Si tuviéramos que definir la tristeza sin usar las manos. 

Sin tocarnos todo parece mucho más sencillo. Si no nos vemos, la tristeza se queda ahí. No se va. No se quiere ir desde que tú te marchaste. Ya no tiene valor, ni definición, pero no se va. 
Si conseguimos vernos sin encogernos y sin que el corazón se nos salga del pecho, la tristeza nos vuelve a ganar la batalla.
El día en que tú y yo seamos capaces de encontrarnos sin temblar, la tristeza se pegará un tiro entre ceja y ceja por que no habrá cumplido con su misión. 
Aunque no tenga definición creíble. 
"Estado afectivo provocado por un decaimiento de la moral. La expresión del dolor afectivo mediante el llanto, el rostro abatido..." Ojalá fuera solo eso. Ojalá solo fueran unas ojeras hasta los pies y unas ganas de llorar.
Te das cuenta de que la tristeza no tiene definición cuando ya no te paras a contar las flores que han crecido en los cerezos.
Te das cuenta de que antes la primavera era la única que conseguía devolverte el color pero que ya ni eso, que también te la has llevado.
Que te has quedado con mis estaciones; te has llevado mi Abril cuando yo ni siquiera era Enero, cuando aún no era tan fría. Y has derretido el verano para crear un océano a tus pies; al que me lancé de cabeza sin saber nadar.
Y qué, si la tristeza no tiene lo que hay que tener para enfrentarse a mi mala suerte; que no le aguantaría ni un asalto. Y aún así, no encontraría su definición.
Sin tener que olvidarnos es imposible definir lo que es la tristeza. Si nos alejamos, no se atreve a enfrentarse a mi por miedo a que te diga lo que siento. Que hasta la tristeza se muere de pena cuando no estamos juntos.
Ella se ha cansado de vernos de lejos, de vernos sin ganas y con su patetismo invisible nos obliga a temer. 
A tener que inventarnos una definición antes de que la piel se nos caiga a pedazos. Antes incluso de abrirnos en canal y dejar que la sangre brote para que nuestra dulzura no nos fuese tan amarga, amor.
Que la tristeza ya no se atreve a marcharse por miedo a dejarme a solas conmigo misma. Por que sabe que en la estantería se acumula algo más que polvo. 
Que la tristeza no quiere, que ella no sabe querer, porque si está con alguien lo rompe; pero que a mi ya me da igual, si estuve rota y me supe arreglar sola; como sola vuelvo a pensarte y a patearme las calles buscando tu reflejo en los cristales, porque mi mente te sigue encontrando. Porque en mi mente ya había anidado la tristeza antes de que tú llegases y antes de que te soñase por primera vez.
Pero ahora la tristeza finge conmigo que ya no te busco. Ahora ella es mi compañera, y sabe que, en el fondo, te dejaré de soñar el día que alguien consiga definir la tristeza sin desgarrarse por dentro.