domingo, 18 de marzo de 2018

Ya no sé si queda algo.
El día que te diga que te quise cuarenta cazas de combate se estrellarán en mi pecho, dejándolo todo muerto, gris, sin vida. Dejando un paisaje desolado y vacío, cubierto de sangre.
El infierno de los hombres aparecerá dentro de mi y arderá todo aquel que no se atreva a pronunciarlo, que no tenga el valor, la fortaleza, de gritarlo.
El día que te diga te quiero, será sin sentirlo para no ahogarme por dentro, será en voz baja, temblando, fingiendo que es mentira. 
Fingiendo que no, que nunca te he querido ni lo más mínimo; que no he sentido ni el más tenue aprecio por ti. 
Fingiendo que cada vez que te rozaba no sentía nada, que los abrazos o las caricias no hacían que me estremeciera por dentro. 
Fingiré, que cada vez que me tocabas no me ponía tensa, ni que nunca quise quedarme con tu camisa.
Pero es mentira y todos lo sabemos, y esto solo sirve para desahogarme un poco más.
Cómo coño te explico que me he enganchado a ti, que te he tomado en 7 dosis que me han sabido a poco y me he envenenado tanto que ni siquiera he querido buscar cual era el antídoto. Que sabiendo que me destrozarías por dentro he querido quedarme.
Porque eras una cueva con su halo de misterio, un lugar tan profundo y oscuro, pero el lugar donde sentirse a salvo. El refugio en el que perecer.
Y ahora que más da, si solo hay silencio. Si me siento ridícula, tan solo una niña asustada y vacía frente al precipicio. Confusa, queriendo olvidarlo todo y pasar. Aunque todos sepamos que no será así, porque el problema está en que te seguiré viendo a través de mis ojos.