viernes, 21 de abril de 2017

Atemporal.
Te he visto y se han descolgado las nubes por ti. 
Se ha desnudado Noviembre a tu paso y una fría oleada de "lo sientos" se aproxima al volver a besarte.
Me he equivocado, y sé que quería equivocarme; y fallar. 
Quería mudar la piel y ver como los manantiales que conocí en tus labios se desvanecían. 
Quería verme morir: asistir a mi propio funeral, con cuervos de por medio. Siempre con cuervos, amor.
Quise volver a ser atemporal cuando me di cuenta que el tiempo ya no justifica los actos, y que tus manos ya han abandonado los rincones de estos jardines. 
De estas plantas que han perecido y desaparecido porque no te recuerdan.
Que las enredaderas han dejado de trepar entre mis costillas y que la presión en el tórax no se va. 
No se va porque tengo clavadas en el pecho todas las lilas que vas a llevar a mi entierro. 
Que aún no he muerto pero ya me desvanezco. Que ya me pesa este dolor que hoy todavía no siento. 
El dolor de resquebrajarme por dentro, el dolor que las lilas apagarán.
Pero vuelvo a soñarte y comienza el bucle. Creí haber volado lo suficientemente alto como para evitar los cables de alta tensión, pero ahí están, ahí estás. 
Derrumbaste muros y fronteras y ahora busco entre las paredes de esta casa:
un río, 
una montaña, 
un glaciar, 
un alud
que tenga el valor de sepultarnos y callarnos para siempre.
El frío que se esconde entre los cipreses escribirá mi epitafio, aunque todavía no muera. 
Aunque no me escape, ni espere el murmullo de estar contigo a contraluz.
Aunque sea inmune, me sobrevivo.
Aunque me asfixie la pena 
y no sepas verte desde mis ojos.
Aunque entre tus pestañas ya no quede hueco para mi... Porque aunque quedase, yo ya no lo quiero.

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